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QUÉ SIGNIFICA EL FENGUHANG

"El fenghuang hace parte de la mitología china, es un pájaro que reina sobre las demás aves, tiene connotaciones muy
positivas. Es símbolo de virtud y gracia. Aparece en tiempos prósperos de
paz pero se oculta cuando se avecinan problemas.".

Tomé este nombre porque creo que el buen vivir, el encontrarnos como hombres, nos concede una gran virtud y una gracia que trae consigo la paz interior y exterior.




miércoles, 12 de enero de 2011

ME REALIZO PARA SERVIR

Creo que hace mucho tiempo las sociedades, de distintas culturas, han brindado a los hombres sabios y conocedores de una ciencia una especial reverencia. Reconocer que existen hombres con capacidades desarrolladas que quizá uno no cuenta con ellas es de valorar.
Reverencias hoy desdibujadas por deseos absurdos de reconocimientos; en aquellas épocas, donde todavía no se institucionalizaba el aprendizaje ni se documentaba el conocimiento, se descubría al sabio y científico. Él era poseedor del conocimiento. Se le reverenciaba el conocimiento. Conocimiento que provenía de su esencia, de su cosecha, como dice un autor español.
Cuando el aprendizaje es institucionalizado y el conocimiento es documentado, no se perdieron los sabios y científicos “puros” – por llamarles de alguna manera específica – sólo que minorizaron, y al pasar los años quedaron pocos, hoy no son muchos.
La última afirmación – hoy no son muchos – nos adentra a la reflexión que deseo dejarles, son dos temas que enfocan uno solo: la profesión.
·         Me he encontrado con muchos hombres, profesionales y en potencia de serlo, con quienes he conversado sobre su quehacer o su futuro quehacer, y me he lamentado en descubrir que la máxima es la elección de una profesión que no es de su agrado. Dicen haber hecho tal elección motivados por perspectivas de futuro (económica, comodidad, facilidad de obtener el título, estabilidad, posición social) o por casualidades (tradición familiar, deseos familiares, seguimiento amistosos, posibilidades laborales). Pero se podría pensar que la razón fundamental es el miedo que se tiene a fracasar en la búsqueda de la realización personal; puesto que quien debe hacer esta elección está condicionado por toda una realidad que le rodea, realidad que puede crear la mentira, que el riesgo por un caminar no experimentado puede ser fatal. (Podríamos recordar el artículo: VIVIR PARA SER FELIZ, publicado en este blog).
De esta manera las facultades, rincones de conocimientos determinados, acogen a sus futuros profesionales frustrados por otras ciencias.  Llegando así estos sabios y científicos a forzarse en amar un conocimiento que no es el que debía haber buscado, y de este nuevo amor solo les queda sacar provecho, es una ciencia, un saber que no se da con el amor, sino con el interés.
·         La segunda realidad antropológica de la que me gustaría platicar, es referente a la simpleza que se le da a la obtención de conocimientos, pues estos en ocasiones ni se adquieren, ya que lo único que se busca es un renombre, un título.
Se descubre cierta arrogancia en quienes tiene la necesidad de recalcar su proceso educativo formal. Todo título que es recalcado por un hombre permite ver su sin sentido de los conocimientos adquiridos. El preludio que antecede su nombre de cuna, deja la impresión que necesita de él para sentirse satisfecho, para sentir un cierto reconocimiento: “mucho gusto yo soy el ingeniero…, yo soy el abogado…, yo soy el padre…, yo soy el doctor…, yo soy el licenciado…, etc.”  Me pregunto: ¿Dónde queda el amor por su ciencia, por su conocimiento, por su persona?
La realidad del hombre que necesita un reconocimiento, aunque sea pronunciándolo por él mismo, deja ver el sin sentido de los muchos años en los que quemó sus cejas. No optó por una ciencia que lo realizara, sino que optó por una ciencia que lo posicionara.
La parte negativa de esta realidad se vislumbra cuando estos títulos separan a los seres humanos, divide los grupos sociales y crea una discriminación contra aquellos que no pueden o no quieren o sencillamente no era su esencia. Una postura más antropológica de quienes alcanzan un conocimiento es el servicio no el “renombre”.   

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